Si las estanterías y los libros pudieran hablar,
describirían la forma con la que solía mirarte.
Entre tomos podridos de arte y de arquitectura
y charlas eternas en las escaleras de la cafetería,
todo era muy fascinante, era una eterna novedad.
Yo prefería hablar contigo en vez de ir a clase,
porque poco a poco ibas descubriendo tu figura
y necesitaba saber si algún día la entendería.
Por ahí viene el miedo: Austa que seas tan real.
Los dos, encontrados por las casualidades de la vida,
nuestros cauces formaron el símbolo de un ocho tumbado,
volcado como yo contigo, desde ese primer momento
en el que te vi hundido, triste y sin fuerza alguna.
Con tu libreta de bocetos para mí eras todo un artista,
tardaste sólo una semana en ser mi tema más nombrado,
entonces, algo más tarde, decidiste irte muy lejos
y yo tuve que presenciar toda aquella tortura.
Y ahí viene el miedo: Asusta que seas tan real.
Te aferraste a mí y te daba igual que estuviera ardiendo,
el clavo que sobresale es el primero en recibir un martillazo,
podía haberme vuelto y haberte hecho alguna clase de herida,
decidí ayudarte y no dejar que cayeras solo en ese pozo.
Luché con rabia por tu felicidad durante bastante tiempo.
Estabas de vuelta, yo ya estaba recibiendo ese gran bombazo,
cuando me dijiste repentinamente que ibas a ir a ver a una chica,
y ella te devolvió a mí, metido en una caja, demasiado roto.
Aún no conocías mi miedo: Asusta que seas tan real.
Tras la gran decepción de ese momento y los frentes abiertos,
tú fuiste por tu camino, yo fui por mi camino y nos nos econtramos.
El ocho del infinito había dejado de estar volcado y no existía,
tus dibujos estaban bien, pero ya no me hablaban como antes.
Los caminos que recorrimos fueron bastante retorcidos e inciertos,
desgraciadamente nuestros corazones estaban siendo despedazados,
nos pusieron en cuarentena tras la depresión y la neumonía
y las decepciones se convirtieron en una especie de constante.
Y por ahí viene el miedo: Asusta que seas tan real.
Los vientos de libertad nos azotaron dulcemente en la cara,
habíamos cogido fuerzas para volver a mirarnos a los ojos.
Llegaste con tus bailes de media noche y canciones perfectas,
con tus sketches eternos, tus dilemas y con tu tierna mirada,
me reclustaste entre tus amigos y te oí hablar de muchos otros
y tras un cumpleaños me besaste y entraste en mi cabeza.
Y por ahí viene el miedo: Asusta que seas tan real.
Pasó el tiempo, pero la efervescencia supo seguir su ritmo.
Entre los pasillos donde mil ojos rasgados nos están mirando,
mentía a mi mano derecha y te acaricio con la izquierda.
Me acorralas en cualquier rincón disponible y yo sólo sonrío,
en unas pocas semanas adivinarán tu nombre mientras hablo
y sin que yo me de ni un poco de cuenta harás que me pierda.
Y por ahí viene el miedo: Asusta que esto sea tan real.
La forma en la que te trataba no llegaba a tu corazón,
me despedazaste sin saberlo durante un viaje en tren.
Rota por dentro y entera por fuera simulé ignorarte,
pasaron meses sin saber nada de nosotros dos,
estaba decidido que jamás iba a volver a ceder
y no verte era el primer paso para no necesitarte.
Y por ahí se va el miedo: Asusta que no afecte de verdad.
El verano se desvaneció y el invierno no nos dejó abrazos,
mi cara de cachorro en adopción no recibió respuesta,
me desgasté esperando algún tipo de reacción por tu parte.
Los amagos de lejanía hacen que me agarres de las manos,
sólo entonces me hablas de celos y me pides que te quiera,hablas y hablas y yo hago de esta indefirencia un arte.
Y por ahí se va el miedo: Asusta que no afecte de verdad.
En ese momento no podía, ni quería encontrarte,
un capricho pasajero, una especie de placebo,
para juntar algunos pedazos rotos de mi alma.
Resurgí, pensando que tampoco habías sido clave,
sintiendo nada, estando por encima de todo esto,
pudiendo hacerte frente mirándote a la cara.
Y por ahí se ha ido miedo: Nunca nada fue real.
(2014)