Estos son los restos de mi carne,
estos son los restos de lo que solía
ser,
han sido echados a los perros,
han sido devorados con hambre
y este es el horrible modo de
renacer,
para desfilar entre los muertos.
El mundo tiene más luz ahora,
el cielo posee otra paleta de colores
y mis botas desgastadas suenan más
fuerte.
Fui deambulando fría y sola,
fui rebuscando hasta en contenedores,
para ver si algún día volvería a
entenderme.
No podía comer, no podía ni sonreír,
no podía dormir o ser una persona,
sólo podía retorcerme en una espiral,
resistiendome a ceder, a vivir
y ahora hay algo que me devora,
que lo hace con un ansia animal.
Me dolió abrir los ojos a este mundo,
me dolió hacerlo y no quedar rota,
parecía que había perdido la práctica.
Había intentado atravesar un muro,
había intentado no estar jamás a solas,
pero parece que esa no es mi llamada.
Y en la calma a veces me siento mal,
porque todo está demasiado silencioso,
porque no hay nada que me sobresalte,
salvo el lagrimeo que viene y que va
abriéndose paso, llevándome al mortuorio.
Ahora sólo rezo para que esto se acabe.
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