martes, 15 de marzo de 2011

14- marzo- 2011

Tus manos arden como si fuera la primera vez
que las mojas en gasolina y enciendes una cerilla.
El fuego te está quemando hasta los mismos huesos
y sólo sabes que vas a tener que empezar a correr
si quieres olvidar de dónde ha venido esa semilla
que empieza a hacer que quieras estar muy lejos.

Cuando la gente cotillea y se maravilla
y empieza a darse codazos y a levantar la cabeza,
vas a girarte y a hacerles un mal gesto
va a ser el mejor de los gestos de despedida,
parecerá como si fueras a salir hasta en la prensa,
como si jamás nadie lo hubiera hecho.

Derribarán tu puerta e intentarán retenerte,
les explicas que vas a estar temporalmente bien
¿Por qué han decidido retirarte de un pedestal
en el que nunca habías llegado a ponerte?
Te encojes de hombros y dices "No me dejes caer".
Me pregunto qué se supone que has hecho mal.

Y esa compañía que siempre te observa y te vigila,
tendrá una manta y un sitio para ti esta noche,
tampoco puedes confiar mucho en las personas.
Las cosas inútiles se entierran y se olvidan
no se vive con ellas intentando otro enfoque,
dejando que se abran paso hasta que ahogan.

Al menos si te marchas entre tanto éxito
habrá gente que empiece a pensar en ti,
a intentar recordar tus manías y costumbres.
Empezarán a sentir que te echan de menos,
en el mismo momento que quites el pie de aquí,
intentando despejar la duda que todo lo cubre.

Las flores

Algunas están volcadas muriendo,
otras tienen los cuerpos mutilados,
existen las que son una mentira.
Las oigo al fondo del hall gimiendo
o cuchicheando en medio del campo,
puedo ver como todas me miran.

Paso a su lado y bajo los párpados,
sonriendo de la manera más dulce,
sé que podéis percibir esas cosas.
Me quito el guante color grisáceo,
mis dedos y sus pétalos se funden,
he logrado quitar las babosas.

No habrá ningún manto blanco que os entierre,
vosotras que podéis curar y también envenenarlo todo
sois muy poderosas dentro de vuestra delicadeza.
Extirpadas, el tiempo es el único que os puede,
miráis al enfermo, al neonato y al muerto a los ojos,
un vistazo efímero lleno de aroma y belleza.