miércoles, 31 de diciembre de 2014

Dos mil quince

Dos mil quince irá bien,
porque tú estarás en él.

[ ♥ ]

lunes, 22 de diciembre de 2014

El horror de un colmillo de elefante troceado,
el murmullo del viento antes de una tormenta,
los silencios tras las palabras que marcan un fin.
Las montañas espinales de las visiones de costado,
los flashes de odio disparados sin darse cuenta,
el laberinto de mi mente y su oscuro jardín.

Los mensajes cargados de rabia lupina,
la negrura del techo en mitad de la noche,
los insectos de verano paseando por desagües,
los shocks clavados en el pozo-retina,
el veneno lanzado en forma de reproche,
los planes que rehago para que no te marches.

El blanco inmaculado de un ataud para niños,
el dolor en el pecho tras un llanto desgarrador,
la desesperación de apoyar la cabeza en el lavabo,
las muestras falsas y crueles de falso cariño,
los ojos empañados por este intenso dolor,
el peso de tristeza y soledad en cada fin de año.

La impotencia y las ganas de querer regresarte,
el sonido de las campanas cuando sopla el viento,
las ruedas de los coches cuando es muy tarde,
los trazos corporales que no debieron dibujarse
las voces de los monjes que cantan en el silencio,
la desesperación tremenda de hacer que te quedases.
No he sabido dejarte en el camino de atrás,
no he podido marcharme sin darme la vuelta,
mis pies dicen que ya han caminado bastante,
he empezado a moverme con otra velocidad,
viendo tu silueta que se distorsiona y aleja,
ahora explotas como una supernova brillante

Contigo, que ahora perteneces a la tierra
y a las flores tristes que se sitúan arriba,
delicadas margaritas y las punzantes rosas,
ya no hay manera de hacer que vuelvas,
cada corona es como una corona de espinas
la vida se ha vuelto fría como esa losa.

Ahora sólo tengo miedo, no quiero olvidarme
de lo bueno que fuiste en cada momento,
de la fuerza desinteresada con la que tiraste de mí.
Como un mantra me repito en cada instante
que yo podría haberte evitado todo esto,
que quizás tu destino no era el de acabar así.

Llevarte colgando del corazón duele y cuesta.
No me gustaría que me vieras en estas condiciones,
me gustaría sonreír como cuando me guiñabas.
Sé que todas mis preguntas no hallarán respuesta.
A veces cuando te añoro mucho pongo tus canciones
y revivo cada historia de nosotros que inventabas.

Once y media, la veo bajando la mirada,
ahora me veo reflejada en su blanca cara
y me recuerda tanto a mí envenenando
cada esquina de aquel nuestro pasado.

Las declaraciones ya no tienen un significado,
ahora todo se ha vuelto bastante sistemático.
"Yo no soy para ti, tú tampoco para mí" confieso
¿Me convierte en Satanás pensar sólamente eso?
Me quiso como si yo fuera perfecta,
eso sólo me hacía sentir incorrecta.
Alguien dijo que el amor era así,
algo que yo era incapaz de sentir.

Me dejé querer por aquella persona que no debía,
me quedé a su lado mientras cicatrizaba la herida.
El cielo se abrió, vi el camino que recorrí para caer,
cómo mis alas se destruyeron y empezaba a oscurecer.

Odiaba tu idealización hacia mí con bastante ira,
estabas cegado, para mí tú sólo veías una mentira.
"Llegará tu turno de sufrir" dijo, "Llegará el invierno"
y yo me fui a tiempo, dije "lo siento, ya no lo siento".

No creí que pudiéramos vivir una Navidad eterna,
ya que el tiempo no se paraba y yo no me sentía entera.
Nunca hubo mariposas de adolescencia en mi estómago,
sólo fue un paréntesis de paz para seguirme regenerando.

Creo que supe parar toda la hemorragia emocional a tiempo,
un tiempo fugaz para saber que no te estaba echando de menos.
Con las vueltas no supe si iba hacia ariba o iba hacia abajo,
había demasiada distancia para pedir aún más espacio.

Algún día llegará mi príncipe azul,
yo tenía claro que no ibas a ser tú.
Quizás tenías razón y fuiste la persona de transición,
hasta que se recompusiera completamente el corazón.
Necesité hacer un paréntesis en mi vida,
hubo una pausa negra y vestida de luto
que miraba obsesionada hacia el ayer.
Parecía que no hubiera un punto de partida,
tirada en el suelo de este pequeño zulo,
con las marcas de las losetas en mi piel.

Caminaba de puntillas porque hacía daño,
creí que nunca sería suficiente para nadie,
no cerré los ojos durante dos años horribles,
me persiguiron y cogieron de los brazos,
convencida de que no podría purificarme,
intenté tener algo de coraje y decidí no irme.