lunes, 6 de abril de 2009

Abandono en la playa

Es tarde, estoy sentada en la playa sobre la arena,
han derribado el faro que solía guiarme,
pero aún quedan fotos y cuandros que lo recuerdan.
¿Me recordará a mí, tal vez, alguien?

La base del mar es el poso de un medicamento,
que se tambalea, es poco común, pero cura.
Me levanto, dejo a un lado mi libro y mi pañuelo;
Es hora de empezar y terminar ésta locura.

Hundo la punta de mi pie en el agua,
parece que ésta vez no quiere expulsarme;
es templada, me llama, soy sólo una...
Veo su larga lengua de olas ¡Cómo se relame!
No hay billete para una vuelta alguna,
solo piedras en mis bolsillos: voy a quedarme.

Hace tanto viento, parece que me adentra.
Y el sol ocultándose, me da un adiós cálido,
se va la tarde y será la última vez que lo vea
iluminando éste mundo como un farolillo.

Seré sincera: Me está costando hacerlo,
pensaba que no tendría dudas,
pensaba que, decidida, no habría miedo,
pero en realidad soy insegura.
Pienso y me traicionan los recuerdos.

Me he prometido no mirar a atrás,
allí: mis zapatos, mi pañuelo y mi libro,
junto a todo lo que he decidido olvidar
y conseguir borrar qué fui y que he vivido.
No soy nadie ¡Sólamente soy una más!
Quiero liberarme de éste invierno frío.

Nadie dijo que vivir para siempre fuera barato,
simplemente me limitaba a mirar hacia otro lado,
cegada y esperando a que vinieran mejores días,
mientras alguien echaba sal en todas mis heridas
y yo, amargada, intentaba hacer caso omiso;
Mi casa, mis hijos, mi hipoteca y mi marido...

El agua me recorta y todo se está volviendo oscuro,
apenas se distingue ya nada en éste ahogado punto.
Pero veo luz, un foco de brillante y claro,
me espera y me guía allí: mi querido faro...
Me siento bien, sonrío porque vuelvo a casa...
Mis pulmones inundados: ya no existe nada.

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