jueves, 22 de abril de 2010

Lluvia

Mis saludos desde éste lado lluvioso del mundo.
Las gotas golpean las ventanas como pequeños kamicazes
abandonados a su suerte por amor a su dios abstracto
o por desesperación de encontrar un lugar mejor que lo meramente terrenal.
¡Se lanzan! Caída libre para salir de éste zulo
caída al vacío para intentar entrar atravesando los cristales
de la quietud que arropa los ecos de las habitaciones que no dejan de hablar.

Las nubes han llegado en éste parte de la ciudad,
la tormenta alza sus brazos y el repiqueteo comienza;
Bombas y más bombas que se evaporan en el aire,
que todavía no han descubierto su propia realidad.
Y todo parece ensayado de antemano; Ésta escena
de agua cayendo abundante, de inalcanzables verdades.

Y yo estaba murmurando algo al otro lado de la jaula,
parecía un zumbido de lo rápido que lo estaba diciendo,
un leve susurro de esos que dejan escapar toda mi esencia.
Me he preocupado, me he quedado fija como una estatua
y tú llamas covenciéndome de que me preocupe menos,
yo te comento que estás teniendo demasiada paciencia.

Quizás haya hecho una o dos cosas bastante mal,
pero luego lo he reflexionado fría y rota, enfadada conmigo.
Ahora ya sé que a veces no sé ni cómo debería actuar.
No es tarde, mucho menos que el resto de odiosos domingos
para decirte que por fin abandoné esa forma espectral
en la que después de tantos, tantos años me había convertido.

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