miércoles, 21 de julio de 2010

Un atisbo de luz

Tomo aire profundamente y me planto frente a ésto,
es un milagro que pueda siquiera escribir,
con todo él caos que hay dentro de mis yemas
y esas espinas que me pinchan por dentro
cada vez que hago fuerza con la mano.
Malditos días grises en los que me tiembla todo el cuerpo
cuando se habla de quien debe o no vivir,
sobre quien tiene los días contados en la Tierra.
Pocos saben la forma en que me quemo,
alexitimia en cada uno de mis rasgos.

Alguien está hablando y hablando incansablemente sobre ti todo el rato,
no puedo evitar que me afecte y temblar aunque sea un poco.
Entiendo que hoy sea hoy y que nadie puede cambiar lo que ha sucedido.
Abro mi sagrada Biblia y leo la maldita palabra que mi mente ha deletreado,
que me había rondado por la cabeza desde hace un par de horas.
La aparto de mí y veo que mis ojos se han abierto perfectamente como platos,
una anciana enlutada está sentada lanzando sonoros sollozos,
se está retorciendo sobre sí misma, se asemeja demasiado a un animal herido.
A mí me gustaría poder acercarme, me gustaría ayudarle y poder decirle algo,
no debería quedarme aquí y presuponer que estará mejor sola.

No era esta situación, era sólo yo.
Pensaba que la felicidad moría dentro de mí
Como un hijo que no es bien recibido,
Como algo sobre lo que no se tienen propósitos,
Como un ataque repentino de tos.
Pensaba que me quedaría atada a éste nido
En realidad tengo muchas formas de salir,
Hacer otras cosas sin sentir que soy un parásito.
Hacer algo sin aspirar a ser Dios.

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