jueves, 16 de octubre de 2008

Nadie conoce a nadie

La cámara fotográfica te plasma sin que lo sepas,
no hay ninguna sonrisa, sólo una mirada al vacío.
Quieres arrojarte, chillar y despedirte, de veras,
Pero no hay nada en éste estado comatoso seguro.

Nadie conoce a nadie y todos somos despreciados.
Puedes intentar usar todos los cañones que quieras,
quedarte ahí parado, pálido y siseando algo raro,
pero desde arriba alguien ciego ha soltado a las fieras.
Te falta el oxígeno junto a esos adornos de felicidad,
tu perro negro no va a venir a salvarte esta vez.
Hay algo especial en la forma extraña en que te cierras
un chispazo repentino, un silencio cubierto de Zen.

El grifo sigue goteando como tu nariz en blanco,
no puedes cambiar nada estando tumbado en tu cama,
¡El goteo de la tortura china sobre tu cerebro!
Hoy nadie conoce a nadie, nadie te puede decir ya nada.
Oh, pero las sonrisas pueden volverte tan débil,
que quizas esta mañana no les quieras ni mirar,
tu piel brillante con un tono de sudor semi-febril,
piel de cebra, pelaje bello de cebra en su totalidad.

Nos arriesgamos y titubeamos desde el principio,
no hay ningún brazo que recoja nuestra espalda.
Y nadie conoce a nadie, mantra por mil, me repito.
Nadie conoce a nadie, nadie conocerá ya nada.

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