lunes, 21 de julio de 2008

Ich bin...

No entiendo lo que aquí ocurre hoy.
No comprendo nada desde hace tres años.
Te cuesta mirarme a los ojos y me atrevo a decir que hay odio.
Es difícil respirar cuando pienso en ello,
en lo que he perdido, en que te estás muriendo.
Porque te mueres y yo me voy.
Ya no nos conocemos, somos extraños.
No hay abrazos, cariño o risas. Creo que yo te he matado.
Lo único que oigo de ti son pesados resuellos.
Sí, definitivamente: hemos dejado de querernos.

Esta mañana grité que ya no había lazos,
me dijeron que era normal, que por eso os marchabais.
¿Más lejos aún? ¡Nunca compartimos sangre!
Ése brazalete nazi te aprieta demasiado,
no puedo continuar la frase: Ich bin, Ich bin…
Sale una negación: Ich bin nicht Ihre Tochter.

Oigo risas de fondo. Son de tus otros vástagos.
Sé que ellos siempre fueron tus preferidos.
Tus eternos héroes de la clase trabajadora.
Lo siento si no fui nunca un buen soldado,
¿Yo qué soy, aparte de un desperdicio?
Deberíais haberme regalado a la comadrona.

Tras tantos años sigo teniendo esa pesadilla.
La puerta es cada vez más inalcanzable,
os veo a vosotros convertidos en siluetas,
el resto es oscuridad, oscuridad plena.
Sí, la pequeña y oxidada bisagra chirría,
el marco de la puerta es de puro roble,
todos vosotros os marcháis tras ella,
dejándome atrás, abandonada y sola…

Soy una muñeca rusa que va por estratos,
no digas que me conoces, porque estarás mintiendo.
¡Sucia boca cosida con una aguja oxidada!
¡Eso es lo que tengo yo! Si la fuerzo se desgarra,
¡Maldito hilo de sedal! No puedo mover los labios.
Sois como esas enormes lombrices digiriendo
a un ratón pequeño. Os retorcéis en vuestra jaula.
No me importa, no me importa, te estoy enterrando.

Para mí has muerto. Al igual que ha muerto todo.
Lo siento, yo no lo he provocado.
Siempre supe que algún día llegaríamos a este punto
Y hoy te estoy amortajando.

No hay comentarios: