lunes, 8 de diciembre de 2008

44 días en el Infierno

He permanecido totalmente petrificada
durante cuarenta y cuatro días en el rojo Infierno;
Nerviosa y arruinada, te estuve llamando a gritos,
pero como nadie pudo escuchar nada,
entonces creí que se me había acercado un vampiro
llevándose lo que dentro de mí quedaba intacto.

Tuve mi pequeño refugio epiléptico,
allí donde mi estómago marcaba una base,
es en esto en lo que consiste mi vida,
mirando una y otra vez ése reloj y sus agujas.
Y vi mi cara de decepción y silencio
cuando no lograba empezar a adormilarme,
con ése sabor amargo en la saliva
diciéndome de fondo "Esto es ser así: Impura".

Pensé que comenzaba a estar en problemas otra vez,
sellando mi boca y eludiendo mil preguntas
quise volver con ansia al sitio donde empezó todo,
para gritarle a alguien, para que me diera una respuesta,
pero me dormí profundamente sin pensarlo, sin querer,
algo se deshizo, desapareciendo en volutas
a la mañana me encontré con el silencio hermoso,
salí del agujero de azufre que me tenía ya medio muerta.

Los adornos de celebración cuelgan desde ayer,
no da tanto miedo apartar a las celosas abejas
e injerir con orgullo su dulce y trabajada casa,
que tantos cuerpos sacrificados les ha costado,
rompienzo a pequeños mordiscos su pared,
sin dolor, abatimiento o cargos de conciencia,
porque no existía lo que tanto me preocupaba,
era invisible, me ha dejado, se ha marchado.

No hay comentarios: