sábado, 20 de diciembre de 2008

El Matadero

La noche se preveía realmente ventajosa,
tanta anestesia, tanta sonrisa tuvo que llevarme
a algún sitio del que cuelgan cosas como ahorcados.
Aún así, yo me dejé llevar de todas formas,
como alguien ciego de una secta muy poco fiable,
creyendo en su líder, en sus ensoñaciones y milagros,
sonriendo esperanzada con una mirada boba.

Al fin, sin pensarlo, llegamos a ése metálico agujero,
los murciélagos colgaban tranquilos de las ramas,
mientras los espectadores lanzaban miles de fotos.
Éramos reses dentro de un sangriento matadero,
nos estaban seleccionando, iban a dejar su marca,
al rojo vivo y sonriendo, con hierro ardiendo y todo.

Traté de nadar a la superficie, pero no había nada arriba.
Sus ojos y manos de embusteros, tratándonos como objetos,
pero el precio por la relajación parecía que solo podía ser ése.
Aparté la mirada e hice como si estuviera demasiado herida,
así nadie podría comprarme, yo no les serviviría de alimento,
tendrían que echarme, sacrificarme, eliminarme como fuese.

Y así con sus gorros de vaqueros jamás me apuntarían,
ni dirían con posesión "Quiero comprar a esa de allí".
Algo en mi interior me decía que estaba demasiado enferma,
pero la verdad es que yo no estaba nada entumecida.
Con bastante dignidad...Prefería morir mil veces así
o vivir mil años sin ser tocada en lo alto de una verde pradera.

Me recogí hacia adentro, tan adentro que ni yo misma me oía,
como un caracol que no quiere sabe absolutamente nada del mundo,
como si regresara a un estado comatoso en el que oigo pero no actúo.
No había sitio para derramar tanta y tanta sangre semi podrida,
así que las condujeron a un camión diciendo: "Oh, os queremos mucho"
y yo me quedé fuera, sin moverme, viva y sin hacer el más mínimo ruido.

No hay comentarios: