sábado, 23 de agosto de 2008

Basileus

Estamos sentados tomando el té rodeados de ruinas
¡Qué elegantes parecemos! ¡Creo que tengo algo de acento!
Nunca ha sido un lugar acogedor, pero es nuestro hogar.
Hay sábanas, sábanas que nos tapan y libran de la suciedad.

Se abre la puerta. Es ése rey, ¡Ha entrado! ¡Todos arriba!
“¿De dónde has sacado esa falsa corona?” Me pregunto.
Eres arrogancia, yo un siervo infiel al que ahorcar.
Te paseas con tu alma sin expresión… Su Majestad
¿Qué ocurre en el patio? Estás preparando una pira,
algo no te gusta….

Alzas tu barbilla con un orgullo del que yo no sabía,
sí, en tu desgastado árbol genealógico había un orgulloso,
tu egoísta manera de ser salta una generación;
no, nada que ver contigo tiene el resto de tu familia,
es más, a ellos los tratas como si no fueran más que leprosos.
No lo entiendo. Creo que lo tuyo es una mutación.

Una vez también fuiste campesino. Estabas manchado.
¿Es que cambiaron a los bebés de cuna?
Tu lengua escupe dardos; No puedes controlarte.
No dices qué te ocurre, estás en el centro ¿Qué ha pasado?
Fallaste una vez, tuviste la cabeza en la guillotina,
pero ahí estuvieron los dioses para salvarte.
Los desprecias.

Hoy han pisado tu morro de perro de caza,
hasta el más patán de todos tus bufones
logró decirte en la reyerta: “¡Cierra la boca”.
Es el extremo. Aquí ya no tiene poder tu orden…
Te retiran el cetro, te derrocan, te derrocan…

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