miércoles, 27 de agosto de 2008

Habitación

La feminidad se refleja en tus horquillas,
puestas en fila una a una sobre la mesa.
Los cables de la lámpara se enredan,
formando extraños tentáculos blancos.
Tu inseguridad se muestra en una caja de pastillas,
junto a pañuelos que secarán lágrimas negras,
ocultas en la noche con el silencio que envenena.
La tarjeta sanitaria es un pase VIP a quirófano.

El calzado desperdigado en el suelo
y cerca un manantial de agua embotellada.
Junto a ti el tigre guardando el hueco
de la entrada a tu celeste e insustancial guarida.

En los asientos no hay nadie,
están plegados contra la pared,
como cuerpos fríos que yacen
en el depósito de cadáveres.

La cuerda de piano estrangula y te mantiene a salvo,
necesitas su presión ardiente en tu garganta,
necesitas esa sordera eventual golpeando en tu tímpano.
No vas a oír absolutamente nada.

Afuera oyes un murmullo creciente
¿Es un camión? ¿Alguien golpeando a (Don) Nadie?
Tu respiración choca con el calor de tu hombro.
El agua cae y gotea ¿O es la sangre de otro?

Las abejas se acercan con su motor encendido,
las chicas juegan a encontrar un buen partido.
Calor soporífero, modorra taquicárdica;
no huele a azufre; no huele a nada.

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