domingo, 9 de noviembre de 2008

Óxido

Te vi cómo subías a aquel autobús,
recé para que fuera otra, pero eras tú.
Con el tiempo te devolví el pequeño hachazo
y fue la primera vez que nos decepcionamos.

Re-hurtaste mi virginidad como una caja de Pandora,
la he perdido muchas veces: la primera con una revista,
la segunda con alguien que quise una vez, la tercera
y el resto se malgasta cuando me miras de forma acusadora.

Dije: “Me voy, no me eches de menos”
Mientras de fondo sonaba la melodía
de nuestra canción, una de John Lennon.

Yo me marchaba en automóvil de nuevo,
me iba a una prisión, muy, muy lejos.
Me esperaba mi uniforme militar,
colgado de la cama de algún hospital.

Bajé de allí y escapé muy lejos,
hasta que se deshicieran mis huesos,
hasta que me olvidara de todo esto,
corrí tanto que dejé atrás sentimientos.

Nunca nadie podrá reunirme íntegramente,
ya no soy puro, me perdí en un desliz.
No soy perfecto, pertenezco a la gente,
esa masa amorfa, putrefacta y gris.

Muchas veces me prostituí por cultura,
mi cuerpo flotaba y la anorexia era nula.
Rascaba como un gato, callaba como un muerto,
sí, yo era mejor siendo mudo, estando cosido.

Hay pétalos de amapola en mi brazo,
lo recorren suavemente y se deslizan
dotando todo esto de perfectos trazos,
que van de aquí a allí, a la deriva.

Tengo que decirte que he cambiado,
no te pertenezco y he desaparecido,
aún hoy sigo muy oculto, caminando;
nadie tiene nada que ver ya conmigo.

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